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Levanté la viruta de la Berli. Lavé los platos. Saqué la basura. Me miré en el espejo del baño. Hay suciedad aún.

Tomo mi gillete, y la deslizo suavemente sobre mi mejilla. La espuma es abundante, húmeda, fría. El pelo cae; pelo nuevo, pelo viejo. Enjuago. Sigo recorriendo mi cara con la hoja. Aún hay suciedad.

Empiezo a afeitar hacia arriba. El cabello es rebelde y difícil de cortar. Me ayudo con la tijera. Mi pelo cae, como nieve pobre y sucia, sobre el agua; es una lluvia constante y desgraciada. Me corto sobre la oreja, pero no importa. Hay sangre en la espuma, pero de verdad no me importa.

Sandra está en la puerta. Me grita, pero no la entiendo; es como una escena en cámara lenta. Llora. Corre. Lucho con el cabello en la nuca, no se quiere ir.

Un enfermero me toma un brazo. Se lo tuerzo en la espalda; un crujido en su codo. Pero no; mi mano izquierda sigue en la gillette, mi mano derecha aprisionada. Dos enfermeros más me empujan, me sacan, me obligan, me visten con una camisa blanca, me amarran. Que molestia, no pude enterrar el cuerpo del vecino del 1 en el patio.

Buenas noches, mis terrícolas lectores.

Etiquetas: Afeitadas

Hoy venía con San a unos prudentes 118 km/h por la Autopista del Sol. Ella se había aburrido de los desopilantes gritos de Chris Cornell, así que reemplazó el único CD que pongo en el auto por otro cualquiera, semi aleatoriamente. Los Prisioneros se pusieron a cantar; sus canciones viejas y buenas, esas donde Jorge González era un pendejo que cantaba canciones de viejo, con las malas y nuevas, donde Jorge González es un viejo que canta canciones de pendejo. De repente, uno de sus últimas inspiraciones decentes:

Todos tenemos mucho dinero para gastar
Compramos en el Parque Arauco y en el Almac
Nada es muy caro si se trata de nuestra...
Felicidad...

Pienso por un segundo la ironía que ocurre. Ironía sobre ironía, metaironía. González, no preveíste esto. O quizás son ideas mías. Pero San me dice "mira, esta canción es sobre nosotros". Y puedo confirmar: González, caíste. Somos un matrimonio de clase media que pasó por la universidad sin mayores problemas económicos, que come lo que quiere, cuando quiere y como quiere, con sueldos que sin ser bollantes nos permiten vivir sin sobresaltos, que puede darse lujos de vez en cuando y sí, si pedantemente me preguntas si compro en el Parque Arauco y en el Almac, te digo que cuando me aburro paseo por el Parque Arauco y a fin de mes pasamos al Tottus o al Jumbo. ¿Somos acomodados, extraordinarios, ricos? Para nada. Simplemente sucede que, nuevamente, Los Prisioneros han quedado pequeños ante el avance del país. La estrechez de mente nuevamente los dejó mal parados.

La ironía de Los Prisioneros han sido sobrepasada por la realidad. La ironía ha sido ironizada y patéticamente avergonzada. Los Prisioneros, una vez más, caen en mí.

Buenas noches, mis terrícolas lectores.

Etiquetas: Chile, Ironía, Prisioneros