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Después de escrito el informe final de SIA y habiendo hecho bastantes méritos como para eximirme del examen, me juré que nunca más iba a poner un dedo en cosa alguna que tuviese como finalidad un ramo industrial. Pero claro, olvidé la todopoderosa fuerza rectora de mi vida: Murphy. Mi grupo salió seleccionado entre los 4 mejores del semestre, lo que significa que debemos preparar otra presentación más, compitiendo por el punto extra en el examen que se les entrega a los dos mejores. Y por supuesto, mi despedida del mundillo industrial no podía ser más -errr- industrial. Voy a presentar 100% formal, defendiendo indefendibles y hablando estupideces que no me creo. Todo eso está bien, no es malo el honor; el problema es que me cae justo en medio de 700 cosas que debo hacer para ramos en los que NO me eximo. Sinceramente, dado que yo ya estaba ok con el curso, no quería ganar. La mejor manera de ganar, es que ganar te desequilibre la vida, según Murphy.

Estoy convencido que pedirle a industrias que no hiciera una última estupidez es como pedirle a Mateu que no me mande al recupera en algún curso. Inútil. Por esto es que fundo una nueva religión, siguiendo los principios rectores de mi vida, la mala suerte y bad timing. Bienvenidos todos a la Iglesia Fatalista de Murphy. Tenemos misa todos los lunes a las 10, que es el horario que más incomoda a la gente. Haremos sesiones del tipo "Yo era un infeliz", pero con orientación inversa, o sea "A mí me iba bien, hasta que XXX". Yo voy a ser Cardenal de esta iglesia, porque por supuesto el máximo gurú es Gangster. Buscamos obispos y sacerdotes que propaguen el culto a Murphy por todos los rincones de la tierra. Contáctese con la Iglesia Fatalista de Murphy acá.