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:: Memorias de un Octópodo Desmemoriado ::


Viaje, parte I: De como el hidalgo Kraken dejó la lluviente Santiago por un lugar de La Mancha



Domingo, 7 y media de la mañana,. Despertar, vestirse, comer, correr... estoy en el aeropuerto. Mi padre se queda con mi auto, besos, nos vemos, cuídense. El viaje ya empieza. Y por poco la curiosidad canina lo arruina, desde el principio mismo: un perro detector de drogas, de Investigaciones de Chile, se encariñó con mi banano de Dog Shaw, que probablemente tenía olor a comida para perros... eso me significó una desagradable conversación con un sr. detective, que por suerte no terminó en mayores.



El avión es un Airbus A340/300, que no puedo evitar pensar que es idéntico al de Air France que se desplomó hace una semana. Genial pensamiento para iniciar viaje. Llueve a chuzos, pero el avión es una tremenda secadora que desplaza olas supersónicas sobre la pista. Quiero ver la cordillera, el Aconcagua, pero se despeja recién cuando pasamos a la altura de Rosario.

Sobre Paraguay y el Matto Grosso, la alfombra verde impresiona, encanta, te lleva lleva a imaginar en sus miles y millones de pequeñas lagunas. Ahí un cocodrilo, ahí una mujer baila. Estancias de tamaños inmorales. Casa patronales que se ven claramente desde 11000 pies. Devoro insaciable el Amazonas, hasta que la luz se va, y comienzan siete horas de hastío y turbulencias. De pronto, una gigantesca isla rectangular de luz... ¿será Africa? No lo se, es de noche y vamos cerca de Algiers, pero... ¿será Canarias? No se donde queda Canarias.




El amanecer es dorado; campos interminables de trigo, arcilla roja, el orden de plantaciones de Oliva. España es roja y dorada. No hay fotos, porque el avión se acerca a Barajas. El idiota del oficial de aduanas timbra mi pasaporte, y ¡ya es demasiado tarde, ilusos españoles! porque el hidalgo Kraken ha sido oficialmente bienvenido a la UE. La sandrita me espera a la salida. Tomamos el metro (que en calidad es bastante inferior al de Santiago, pero tiene como 600 líneas), luego el tren de cercanía (que es como un metrotrén subterráneo) y luego, en Atocha, el super duper tren AVE, que vuela a baja altura a 320 km/h (acá estos europeos del demonio nos vuelan la raja). Y por fin, llegamos a Toledo.



Toledo es, mis terrícola lectores, como si anteayer un alien hubiese abducido un castillo del siglo X, de los big fuckin' castillos del manual de D&D, y se lo hubiese regalado a la humanidad actual para poblar. Porque no es más que eso: un castillo doblemente amurallado, con pasajes estrechísmos y casas de tres pisos, de muro de piedra y mampostería, una iglesia cada 10 casas, catedrales increíbles, y una genial escalera mecánica que te lleva desde la puerta de Bisagra hasta la Diputación, en el nivel de la cima. En las tiendas venden coca-cola y espadas, dulces y katanas, el diario, la revista de tuning del mes y armaduras. Hay variedad increíble de armas de forja, pasando por el casco de Saurón y estatuas de Légolas, el traje de Rusell Crowe en Gladiator y otras menudencias. Podría caminar siglos por estas calles, no me canso de alimentarme de muros y aceros. Como la fiesta del Corpus Christi fue el fin de semana pasado, hay ofertas tremendas. De noche, las cervezas livianas la llevan y las tapas sirven para compensar el que los degenerados de acá no tomen once. Por cierto, si usted es fotógrafo, no haga tal de pensar en venir acá sin antes conseguirse un GND; yo traje acá un Tiffen de 58mm Clear/0.6 ND, y hasta el momento vale su peso en oro.
Realmente, lo único realmente malo de estar acá es que muchos españoles, sobre todo los criados bajo Franco, no comparten ningún entusiasmo por caerse al agua, y realmente son bastante sucios en general, tirando basura al suelo. Si no fuese por los escuadrones de limpieza, esta ciudad sería un chiquero. Eso explica mucho de como es Chile, también. Ahora, la última moda acá son los microvestidos y las mini-mini faldas, cubriendo con trabajos a las espectaculares nativas e importadas, que no les mostraré :D. Las mujeres lo suficientemente honestas para reconocer que no son minas suelen tener la decencia de convertirse en monjas.

El día Martes tomamos un bus rumbo a Consuegra, a una hora de Toledo. Y si bien el nombre no dice mucho, uno llega y ve molinos de viento hasta el horizonte (en realidad, el horizonte queda cerca, hay una colina). Entre ellos hay un castillo, el Castillo de la Muela. Subimos a la oficina de información turística, que queda dentro de un molino (cool), y después visitamos el castillo. Resumiendo: CONCILIO DE DRAGONES, MIS POLAINAS!!!! Este castillo le lleva muro perimetral, dos torreones, troneras y orificios para descargar aceite caliente, rejas en las puertas, cisternas gigantes, armerías, caballerizas, y un baño en el que se prende la luz por interruptores infrarrojos y sale un aroma a tomillo cada 35 segundos. Por cierto, hay un jardín de tomillo y jazmín en el que te podrías quedar horas, viendo los naranjos y los molinos.



Estamos cansados; en el bus de vuelta, dormimos hasta Toledo mismo. Pasamos por la calle Chile, que es bastante más peloláis que el Chile original (se los aseguro), y me compré zapatillas nuevas, de verano, porque mis Le Coq Sportif de invierno me están matando.

Eso por ahora, mis terrícolas lectores. El hidalgo Kraken sale ahora de marcha a algún sucucho de tapas.


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