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:: Memorias de un Octópodo Desmemoriado ::


Matria

Mientras veía en televisión las celebraciones por nuestra flamante presidenta -que se podría denominar, dado el teñido de cabello que luce y su actitud hacia Chile, como la Madre Rucia-, escuché a cientos de mujeres clamar “Ahora nosotras mandamos” y “Van a ver cómo cambian las cosas en la casa”. Cierta sensación de inquietud se apropió de mí. Entonces, Malucha Pinto, en el proscenio, dijo “¡Ya no tenemos patria, tenemos Matria!”. Y tuve una visión.

Soñé con un Chile donde las importaciones de autos deportivos se reemplazaban por internaciones de Corsa’s con sillas para bebé. Donde todos los vehículos debían portar la insignia “Bebé a Bordo”. Donde el estado promocionaba Los Teletubbies. Donde existía la Ley del Sanwich, es decir, que todos debían hacer una pausa a las 10 para comerse el sándwich que debían traer de sus casas. Donde se prohibía el parapente y se hacía obligatorio que los bungees debieran contar con un colchón inflable. Donde los carretes se interrumpían cada hora para informar a la casa dónde estaba uno. Donde las compras de tanques Leopard se eliminaban por considerarse que eran utilizados solamente para exaltar el ego de los militares (¡es verdad, y qué!). Donde se implantaban las clases de Inteligencia Emocional obligatorias para todos, desde Kinder hasta los cursos de postgrado. Donde los motociclistas debían transitar con chalecos inflables. Donde el canal Playboy debía transmitir cada 30 minutos un comunicado que decía que el Estado de Chile comprendía las necesidades de los ciudadanos pero estaba muy decepcionado de que estuviesen viendo este canal. Donde Overhaulin´ era quitado de la parrilla programática y reemplazado por Motherhaulin´, un programa de belleza para señoras de edad media. Donde los nuevos submarinos Scorpene eran pintados rosados. Donde a los cohetes Rayo se les reemplazaba la ojiva explosiva por una con regalos, para repartir juguetes en localidades aisladas en Navidad. Donde el PIB era reemplazado por la FIB, la Felicidad Interna Bruta. Donde se les otorgaba a las madres poderes plenipotenciarios para otorgar órdenes de restricción a las malas juntas de los hijos. Donde los televisores vienen con control parental, desbloqueable solamente por orden judicial. Donde a los soldados heridos en Haití se les otorgaba la orden “Nanai” al mérito y la “Sana Sana” a la valentía en combate. Donde por ley los maridos deben depositar en la cuenta de la mujer los sueldos. Donde se daban cuenta que Mirax no vende juguetes para niños así que era clausurado. Donde era ilegal mirar el jumper a las compañeras de colegio. Donde el juego más vendido era Barbie Jardinera para Play2.

Y temí.

Lo que queda

Al subir a la camioneta después de votar, veo a Lorena en el asiento de copiloto de un auto, hablando por celular. No me ve, aunque le hago señas. Se ve bien, pienso, mientras recuerdo a esa niña regordeta con jumper. Y una tormenta de recuerdos se desata en mi interior; recuerdos que duelen, no por lo que sucedió, sino por lo que después no sucedió.

Ustedes, estimados lectores míos, sabrán a estas alturas que recordar el colegio me causa, por lo bajo, angustia. Esta vez no fue así. Recordé a mis amigos, hermanos y hermanas de alma, unidos por el arco pero separados en nuestras trayectorias, solitarias flechas, hasta el punto en que somos irreconocibles unos con otros. Ver a pendejas incólumes como Alejandra convertidas en seria y eficiente ejecutiva de banco me deja en shock. Sin embargo, ésta es la parte fácil del asunto. Pensar y pensar y pensar en Aleja, Chino, Carolina y Yuyo no me ha servido para tenerlos cerca. Desterrarlos de mi mente no me ha servido para olvidarlos y mucho menos para quererlos menos.

Soy una persona de trato un poco árido y quizás un poco pesada, cosa que me he esmerado en recalcar. No tengo intenciones de ser el niño simpático, aunque en realidad creo que no es difícil ser amigo mío. Siguiendo mi filosofía, es que he cometido muchos errores. Y en este punto, a pesar de mi posición “oficial” al respecto, es donde me arrepiento de todas esas llamadas que no hice, visitas que no realicé, cartas que no envié, mail’s que perdí, teléfonos que olvidé, citas a la que no acudí, cariños que no efectué, besos que no di, matrimonios a los que no fui.

Este humilde escrito está dedicado a Aleja Gutiérrez (ma true partner 1), Chino (true partner 2), Pete (true partner 3), Hueso, Rodrigo Zúñiga (amigo de siempre, no fue mi intención no ir a tu matrimonio), Carolina Nuñez (te quiero y te admiro, y quiero conocer a tu hija), Judith Herrada (mi Yuyo, mi querida Yuyo, tan fácil de querer, tan difícil de encontrar, tan imposible de olvidar), Alejandra Miranda, Daniela Guajardo, Jorge Martínez, Carolina Campos (de revolucionaria a mamá, impresionante), Jorge San Martín, Patricio Gilbert, Magdalena Couchot, Marcela Carrasco, Lorena Abarca, Loreto González (te acuerdas de “¿la bruja Cecilia?”; te vi el otro día y no te reconocí), Anita María -que se casó en España!!! Y ahora vive en Canarias. Envidia. (claro, ahora que no vas a la piscina conmigo, te bañas en topless )-, Lucía Escalante (estupenda ella, cada vez más), Cristian Gamboa (da Doctor), Claudio Contreras, Jorge Armijo (cabo Armijo, la última vez que lo vi), Rodrigo Toledo, etc., y a todos aquellos amigos míos que no aparecen acá y cuya amistad es lo que me ha quedado una vez recorrido el camino. Un pedacito de mi corazón siempre estará con ustedes, estén donde estén. Los quiero a todos.

"M"

En el colegio, había un tipo que siempre me causó una impresión repulsiva. Era de la vecindad perforada de mi generación, y se reconocía básicamente por tres motivos: porque era chico, porque tenía unos inexplicables modificadores de éxito con las minas, inexplicables porque, además, el wn era feo, feo, ¡¡¡FEEEEEO!!!. Realice el lector el siguiente ejercicio mental: Imagínese a Jorge González, póngale una barba de 3 días no importa cuándo se haya afeitado y que se une a la barba del pecho, tome sus rasgos faciales y, usando la nariz como pivote, tire de los superiores y presione los inferiores (dando la apariencia de King Kong), hágalo cejijunto y póngale una peluca hecha con el cuero de un poodle teñido. Ponga el cráneo sobre una prensa hasta que ocupe la mitad de su altura original. Hágalo pedante y pesado y obtiene a “M”. (Iba a poner su nombre, pero prefiero no manchar mi blog con su sangre). Su modificador de carisma con minas, dados los hechos, me otorgó la conclusión de que las minas eran weonas, y la sospecha a la cual me referiré luego.

He tenido, lamentablemente, en los últimos tiempos la desdicha de toparme asiduamente con el mentado ser. Los años no han hecho más que colgar a su figura el cartel de looser, manteniéndose invariable en los otros aspectos. Sin ir más lejos, ayer me lo crucé en San Borja, saliendo del sector de tiendas para entrar a la estación de trenes, con lentes, polera azul de Oz, cara de urgido y un tremendo bolso.

Hoy, saliendo del terminal de trenes para entrar al sector de tiendas, me cruzo con “M”, que venía en dirección contraria a mí con lentes, polera azul de Oz, cara de urgido y un bolso con el que podría traficar guacamayos.

Tal hecho me causó varias impresiones, bastante molestas todas. La primera, es porqué refuck me tengo que cruzar con “eso”, si ya había pagado la cuota mensual. La segunda, que viene a contestar la primera, porqué diablos me vienen a modificar la Matriz así como así, causando además un deja-vú de tan baja calaña. Me pregunto si el causante no seré yo; de todos modos, es buena idea irse rápido, no vaya a ser cosa que el agente Smith venga y se apodere de mi cuerpo (eso sonó fleto). La tercera impresión, viene a contestar la pregunta que me hice hace tantos años.

El weon es un bot.

Tomorrow Never Drive


Después de varias jornadas de profunda meditación, incluyendo más de una maratón de año nuevo en TNT, he llegado a la profunda convicción de que James Bond tiene un estilo similar, siempre, a los autos deportivos de los años en que se hicieron las películas. Así es como, si hablamos de Sean Connery, vemos un tipo duro, al que no le vienen con cosas, rápido y letal, pero con carisma, que no viene tanto de que sea “handsome” sino que en realidad va más bien con la frase “Si no la mato, la dejo tonta”. Esta descripción se ajusta a la perfección al Shelby Cobra 66, un auto pequeño, rápido y tremendamente furioso. Bello hasta decir basta, no por las tremendas curvas que Mr. Shelby le regaló, sino que porque esas formas exageradas y funcionales más que insinuar, gritan los caballos que esconde su motor. Luego viene George Lazenby, del que no puedo decir nada porque no he visto su película. Vendría a ser la excepción a la regla aunque, por otra parte, cero porte George Lazenby. Podría ser algo así como un AMC Gremlin tuneado.
Don Roger Moore vendría a exponer esa tremenda decadencia de la época de los 70, con sus películas insulsas donde se trata de insultar al televidente con vergonzosos combates entre astronautas armados con rayos láser y se detalla más allá del buen gusto cómo se come a la chica Bond de turno (pa ver pornos, está el Film Zone). Muy parecido, por ejemplo, a toda la generación postmoderna de “muscle cars” setentera, hijos bastardos de sus grandiosos antecesores, donde por ejemplo un Mustang del 72 era básicamente todo el cromo de una discoteca amarrado a un motor de juguera.
Después viene Mr. Timothy Dalton. Vilipendiado hasta decir basta, puedo decir en su defensa que, viendo los papeles que le tocaron, la culpa es del guionista. Los bodrios de historia que tuvo que desempeñar –tristes parodias de los libros de Ian Fleming- no terminan de ocultar la potencia y enojo de este tremendo actor/personaje. Algo así como un Lotus Esprit, feo como un pecado mortal, pero rápido y efectivo.
Y llegamos finalmente al señor Pierce Brosnan, recibido directamente de la oficina de Remington Steele. Algo así como Sean Connery, pero con menos paciencia y más punch. Si comparamos un karate-chop de Connery con un puñetazo del Bond contemporáneo, el primero es un golpe aprendido claramente para la escena en cuestión, mientras que Brosnan tuvo que pasar KungFu 101 en la academia de actuación, y se nota. En las películas nuevas, los golpes sí son creíbles. Y no comparemos los trajes bicolores de Connery con impecables Arman de Jojo, los trajes de baño del primero con los trajes de vuelo del segundo, etc. Un momento irrepetible: La chica Bond (la mala, Chaplin) dice “You’ll miss me” y Bond (Brosnan) le dice “I never miss”. Y le dispara al corazón. Luego se abalanza encima, le toma la mano, sufre con estilo por tres segundos y luego se lanza de un piso 23 un piquero para ir a hundir un submarino. Inmejorable. Todo esto se condensa en un Mustang 2005, un auto que increíblemente es MEJOR QUE EL DEL 66. Jugarlo en NFSMW es amor. Escucharlo es poesía. Y en vivo y en directo es infartante (Nota: Una buena razón para titularme luego son los 32 millones que cuesta)
No desperdiciemos la oportunidad de insultar a Bourne, un tipo que se promociona como “James Bond, pero sin el estilo”. O sea, es un vil ratero con malas pulgas. Algo así como un Ford Pinto, o un Yugo con nitro.


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